miércoles, 14 de octubre de 2020

Infancia podrida




Algo llamó mi atención de manera fulminante y reveladora ; era un post de una mujer rusa, como una generación mayor que yo. Decía así : "mis padres no me revisaban la tarea, no me ayudaban a alistar las cosas del colegio, ellos tenían su vida y sus quehaceres, y nosotros aprendíamos a ser independientes"


Fue una revelación.

Ahora sabía porqué me dejaron abandonada, y aunque fui la menor, y mis padres ya tenían una punzante corazonada de haberlo hecho mal  con mi hermano mayor al dejarlo en un internado, se apegaron en parte al principio arriba mencionado. "No me habías preguntado", me decía mi madre. Y como iba a saber que preguntar?

Ahora soy madre también, y la mayor parte de la primera infancia de mi hijo (cumple seis en febrero del próximo año) la pasé con el. Aunque fue muy difícil sacar el bicho soviético de mi mente, buscaba trabajo como loca, buscando mantener a mi familia, y me arrepiento de haberle regalado el tiempo de mi hijo a una empleadora irresponsable, cuando el era solo un bebé de seis meses. A la larga, solo fue más estrés, aunque adquirí experiencia. Ahora pienso que no lo valió. Peleé con mi esposo, casi tiro todo por la borda, recai con los opiodes, mendigaba la paga, trasnochada con los informes atrasados, sacaba de mi bolsillo para los materiales de las clases durante nueve meses.

Realmente me enoja este capítulo de mi pasado. No podía estar tranquila, aún a sabiendas del daño que hago, y la limosna del trabajo no era suficiente. Mis padres para entonces habían cambiado, y ofrecían ayuda que yo acepte, pero por la ansiedad de mi cerebro dañado por años de drogadiccion no me dejaba estar tranquila en ningún lado, solo sentía dolor y pena - gajes de nervios dañados, cables habían perdido conductividad, así me sentía.

En conclusión, abandonar a los hijos es casi imperdonable, y la excusa de independencia es absurda. Es justo así como nos volvemos completos extraños, inválidos emocionales, personas incompletas llenas de inseguridad, miedo y rabia. Justo así fue mi generación. En pro del dinero y del trabajo nos volvimos inútiles y no recibimos la guía y el amor que es como el aire para vivir, es algo que no se ve ni se describe fácilmente, y es por eso que fue rápidamente descartado de las preocupaciones diarias. Es allí, con el calor y el amor de los papás se enciende la luz en nuestro interior, un faro que nos señala el camino hacia eso que nos da la energía para querer, desear, soñar, amar y crear, sin estas cualidades estamos muertos. Como zombies. Ahí está el Apocalipsis, si vemos todo lo esbozado en las películas sin distraernos por los efectos especiales y belleza ideal, nuestro mundo ya es así.

No podemos revivir, una vez agotados, es demasiado difícil recuperar la inspiración, sin nadie que  sepa como ayudarte. Al final, la respuesta puede ser tan sencilla, que da rabia. Y esa rabia si es auténtica. Es la rabia de "como pudimos permitirlo", y por haberse dejado engañar, creyendo vivir en un mundo distinto, uno sin lógica, sin principio con un permanente final, un mundo sin vida, sin alma, poblado por babosas sobre desarrolladas y sobre alimentadas, para un matadero ficticio, en donde tu vida vale bienes materiales.

Como no enojarse por eso?



Podemos cambiarlo a cada segundo de nuestras vidas, cuestionandonos a cada paso, con tal de no volver a caer en el vacío, con la ansiedad impulsada por la inercia de la indiferencia y las constantes distracciones, con tal de no beber del charco en vez del manantial y estar muy seco para encontrarlo.

Es simple? Puede ser. Es como cruzar el fuego del infierno, deleitarse del dolor, hasta percatarse que el fuego no quema, que es luz. Es igual que perder el miedo a lo que fuera, y la confianza para atreverse a ir más allá, se nos da en casa, desde la panza materna, con cada beso, abrazo, advertencias, explicaciones y regaños, dar a entender,  es más, esforzarse por hacerse entender que estas ahí.

Son muchos sacrificios pequeños al parecer, pero cada uno despierta la bestia resacada, alimentada con los salvajes predicamentos de Jean Jacques Rousseau y entra en desgarradora contradicción con lo que intuimos desde nuestro sentir.

Como decidir que hacer cuando este sentimiento que cercena nuestro interior en pedazos no nos deja ni una gota de paz?

Lo que se supone, obstáculo invisible e injustificado finalmente está ahí para que no hagamos nada por que es un parámetro meramente social, que termina por restringir toda actividad creativa porque comienza a exponer verdades incómodas.



Aceptamos una normalidad insostenible.

Ahora que hemos malgastado nuestro poder creativo, habrá mucho dolor para que la luz no nos queme y la inspiración no termine en depresión por haber malentendido su origen, y esperar tenerla siempre.

Pero este es exactamente lo que es nuestro poder. Volveremos a aprender, superaremos todo tal como lo habíamos hecho antes, en una caverna, durante una guerra, y peor. Siempre, con tiempo y paciencia, fe y confianza, lo lograremos todo.

Y recuerden : las obras de Dios se hacen con nuestras manos, palabras, y pensamientos.

Esta es nuestra verdadera responsabilidad, y el verdadero poder.