EL ORIGEN DEL HUMANO
Parte III
Mientras en el oriente valoraban su sabiduría, filosofía y tradición,
resistiéndose implacablemente al olvido, al otro lado del planeta se creaba una
suerte de pozo séptico, al principio
sutil y agradable, pero decidido a legitimarse. Encontró su máxima expresión en
las herencias paganas del catolicismo occidental, con el placer fatuo, doctrina
del paraíso (concepto de lo mas desequilibrado en donde no existía el mal) y
apariencias por verdades. La cereza del pastel la coloco el papa Urbano, no sé
bien si era Urbano IV, pero él tuvo la brillante idea de hacinar y concentrar a
la gente en urbes, que bautizo en su honor. Ya no era la gente con su tierra y
clan familiar, ya estábamos todos en un mismo costal. Las ventajas solo las tenía
el gobernante, mientras sus gobernados padecían odio social y enfermedades por
contaminar los ríos. Ahí fue cuando dejamos de ver el horizonte, y así fue que
el alma nuestra comenzó a quedarse en el olvido. Los conceptos más sutiles y básicos,
como la sinceridad, bondad, y lo más importante, la humildad ante el mundo, la
vida y su magnificencia antes comprendidas, comenzaron a osificarse. Como si
nuestra imaginación y capacidad de amar y mejorar de repente padeciera del trastorno
FOP (trastorno que consiste en reparar cualquier herida con tejido óseo, sin
importar en que tejido se produce la herida).
La existencia material se afianzaba, al tiempo que las
angustias espirituales eran cada vez mas horrorosas e inexplicables para el
humano medieval, y renacentista.
Llegando al punto del racionalismo, y su directa consecuencia
– el romanticismo, nos fuimos del extremo de negar las emociones humanas mas
naturales al paroxismo explosivo de los sentimientos y pasiones acumuladas
durante varias generaciones.
“El humano, creyéndose el más bajo de los ángeles, en vez del
más alto de los animales” – señalo Thomas Hobbes en su Leviatán.
Expandimos nuestro poder desentendiéndonos de la responsabilidad
inherente a él, dando origen a un siglo de continuo desastre…. Un siglo o más,
ya que yo también, humana y madre, soy víctima del olvido.
Pero basta de pesimismo, olvidémonos más bien de la gente que
vive a costa del, y utilicemos nuestro poder creador – el que agranda y
magnifica todo aquello a lo que le prestamos atención. Ya entienden hacia donde
voy? Al igual que el boson de Hicks, que solo “está ahí” cuando lo vemos, en
cuanto le enviamos de nuestra energía – creamos materia.
Esto es tan fascinante y abrumador como natural y hermosos. El
amor es vida y el miedo es muerte, y arriesgándome a sonar en exceso romántica –
el dolor es vital y necesario. No hay que huir de él, ni tampoco buscarlo,
creyendo que es la justa penitencia que merecemos, ya que todo en la vida debe
tener equilibrio; es como desplazarse por el borde del andén, o un separador de
una doble calzada, en donde caerse hacia cualquier lado es igual de peligroso. Las
faltas o carencias casi necesariamente nos llevan a excesos, hasta el punto en
donde nuestra mesura y conciencia nos devuelven el equilibrio, el cual es
luchado a cada instante de nuestras vidas.
Luego de mucho mal, frio, dolor o incomodidad, se valoran mucho
más el bien, el calor, la comodidad y el alivio. Ahí se encuentra la felicidad
de Buda, Confucio, y otros filósofos muy mencionados hoy día, quienes llegaron
hace miles de años a las mismas conclusiones – la felicidad esta en el sentido
del equilibrio (Confucio), y “la infelicidad se siente por los apegos
desmedidos y la búsqueda de la ilusión de control” Siddhartha Gautama (Buda). Este último, como
lo sabrán algunos, fue príncipe de cuna dorada, que se volvió asceta.
El olvido, nocivo en extremo para el humano, no nos permite seguir
en el separador, sino que nos lleva a rodar dando tumbos, igual que los
barriles de Donkey Kong, sin retener nada, con tal de mantenerse entretenido y distraído.
Propongo la cura del “Mundo feliz” de Aldous Huxley, en el
que estamos aun sumergidos, buscando, con honestidad brutal hacia nosotros
mismos, en que fallamos, que no sentimos, y que negamos con terquedad por
alguna razón, la cual es en realidad de poca importancia.
Los invito a dar un primer paso hacia el amor y la valentía de
vivir la experiencia, y abandonar para siempre la posición cobardemente dependiente
de lo que el otro hace, y aceptar el hecho que nada pasa sin una razón, sin un “para
que”, y esta razón siempre, sin excepción, es la de hacer de nosotros mejores
personas, no por fastidiarnos para la diversión del anciano barbado que juega
los dados en el cielo.
Los invito a ser libres, a no lamentar nada, salvo si es para
mejorar. La libertad supone valentía para quien osa conquistarla, y la victoria
más importante, es la victoria sobre nosotros mismos. Así que no existe nadie
que no la merezca.
Los invito a concentrar los bosones de Hicks en el poder
humano de la creación de lo bueno, lo optimista, lo luminoso y lo correcto.
Así que, estimados lectores, les aconsejo que coman bien,
duerman bien, y jamás, jamás dejen de agradecer todo lo bueno y lo malo en su
vida, y no olviden que todo esto llamado ocurrencias de la vida nos encamina
hacia una mejor versión de nosotros mismos, los humanos.
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